viernes, 11 de agosto de 2017

GÉNESIS Y DESARROLLOS DEL DISCURSO DE LAS COMPETENCIAS

Libia Stella Niño Zafra
Profesora Universidad Pedagógica, Grupo Evaluándonos

Agradecemos a los profesores, los estudiantes de la Maestría y demás amigos, su participación en el presente evento de publicación del libro sobre las competencias del Grupo Evaluándo_nos.
El propósito de esta charla es compartir en el día de hoy, los resultados de una indagación en un campo de conocimiento diverso, polémico y controversial como es el de las competencias en educación.
Trabajo sobre una temática que implica múltiples formas de entenderse, término sin fecha fija de aparición, con un sin número de usos en actividades disímiles: en el del manejo de las empresas, en la política económica a través de la distribución de presupuestos y las responsabilidades del situado fiscal central o regional, entre otros; sin una génesis de sus planteamientos epistemológicos y pedagógicos.   Hablar de competencias, es un lugar común, tan mencionado, tan investigado y se ha escrito tanto en las escuelas y universidades, como cuando se habla de educación, calidad o democracia. Para el Grupo Evaluándo_nos este ejercicio investigativo ha implicado una responsabilidad académica y ética con el fin de aportar a su estudio, desde otras miradas comprensivas y analíticas.
Aunque la génesis del término no aparece en un tiempo preciso, el discurso de la tecnología educativa lo incluye en su repertorio en la década de los 70, dado el predominio del paradigma de medición y objetividad. Se utiliza como sinónimo de “ser competente” en una actividad cuyo resultado es cuantificable. En los años 80, los sistemas de calidad requieren de formas, igualmente medibles, que demandan de procesos de estandarización, como complemento y, adicionalmente, la exigencia de parámetros de comparación.
Con la llegada de los procesos de globalización, se instauran nuevas formas en el manejo del Estado, como la economía  política del neoliberalismo y la economía de la educación,  impulsando con fuerza los criterios de  eficiencia y eficacia en los sistemas educativos, terreno abonado para que en 1996,  se presente, el informe sobre “La Educación para el siglo XXI” de Jack Delors, en el libro, “La Educación encierra un tesoro”, texto que oficializó  el discurso de las competencias,  entendidas como la capacidad del individuo para hacer frente, a una práctica específica, en determinada situación.
¿Pero qué problemas podría conllevar este nuevo lenguaje? ¿Cómo leer y entender su significado?  Para el Grupo Evaluándo_nos la lectura y estudio se ha dado desde la pedagogía crítica, autores como Pablo Freire, han sostenido que una forma crítica de comprender y realizar la lectura de las palabras, en este caso, competencia, conlleva una lectura del mundo, una la lectura del texto y contexto, donde esta tiene su aparición.
 De allí, que, para entender las implicaciones del término de las competencias en los sistemas educativos, especialmente en el curriculum y la evaluación, conviene analizar sus incidencias.  En efecto, sobre el curriculum ha predominado la visión técnica, al contar entre sus propósitos el cumplimiento en la instrucción y el aprestamiento para el ejercicio laboral y, en la evaluación, el dar cuenta de los resultados obtenidos y la verificación del logro propuesto, en este caso, saber si se han alcanzado las competencias. No obstante, esta investigación del Grupo Evaluándo_nos ha promovido el estudio desde otras visiones caracterizadas por estar encaminadas al fortalecimiento de un nuevo paradigma en educación, para contrarrestar la respuesta a la sociedad de mercado, a través de políticas emanadas de los organismos transnacionales, como la Organización para la Cooperación y el desarrollo económico, OCDE,
Organismos centrados en el gobierno de los Estados, a través de la formulación de políticas educativas, como la preparación de competencias laborales básicas que faciliten la vigilancia y el control mediante el manejo simbólico de los discursos educativos y la unificación de las características de las profesiones.  Así mismo, eficiencia y eficacia en búsqueda de resultados, (input- output). En la concepción de aprendizaje, aplicación de lo aprendido a nuevos contextos y la medición de la conducta a través de las pruebas externas de desempeño de los estudiantes, Pruebas PISA, estandarizadas, con participación de los países para su comparación.
¿Qué conocimiento promueven?
Autores como Barnett (2001) consideran sospechosa la aplicación de las competencias, en la educación, al darse mayor énfasis a las habilidades que posibiliten demostrar el conocimiento adquirido y que “ha de ser especificado de antemano” (p. 113). Un conocimiento verificable, que condiciona el curriculum en función de la formación de sujetos para el capital humano y reduce las dimensiones del estudiante a las competencias del saber hacer, dejando de lado lo relacionado con las dimensiones estéticas, físicas lúdicas, éticas, con una influencia educativa preocupante que vuelve a las raíces del conductismo de los años 60 y 70.
Además de esta visión restringida del conocimiento según Angelique del Rey (2002) en el manejo de las competencias se responsabiliza exclusivamente a los sujetos en su formación permanente. A ellos les corresponde prepararse para las competencias, que día a día, aparecen en la vida laboral. Sin embargo, esta formación ya no se dará en las Universidades, son las empresas las encargadas de proporcionar dicha capacitación.
Estas y otras reflexiones son las que el libro intenta presentar a los profesores, desde planteamientos que contribuyan a ahondar y comprender los retos y desafíos para el curriculum y la evaluación, para transcender del saber instrumental a un saber crítico que nos permita resistir al control, al pensamiento único, al conocimiento como entrenamiento para el mundo del trabajo y, en su lugar, se fortalezca una educación que tome en su lugar la formación de individuos en su dimensiones culturales, educativas, que los potencie para la búsqueda de un mundo con paz, justicia social, equitativo e incluyente.



Bogotá, 4 de mayo de 2017.

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